dilluns, 14 de juliol del 2008

Hay un camino para cada uno de nosotros

Mis pasos empezaron a coger velocidad, hasta el punto en que el ruido que se oía, era el de las piedras que eran empujadas por mis pies. Corría, no sabia hacia donde, pero si desde donde. Quería dejar atrás esas piedras maldecidas por la culpa, el estrés y con falta de fantasía. Corría como siempre al lado de las vías, porque al fin y al cabo sabia que acabaría volviendo a casa. Hasta que se dio cuenta que aquello era diferente.
Hacía horas que corría sin parar y ningún tren había pasado por su lado. Había cogido el camino del atrevimiento, aquél que nunca tenía el valor de coger, porquè era oscuro. No, no era oscuro, sino que era incierto, no había nada escrito.
La rabia contenida en su cuerpo le hacía incapaz el volver para atrás, y siguió hacia delante.
El verdor que le rodeaba era mucho más intenso de lo que ella tenía entendido como naturaleza, observaba con cuidado, quería recordar aquel pasaje detalladamente, ya que no había ninguna cámara para retratar aquellos colores, aquellos ruidos inciertos que no podías llegar a saber que era, y el olor, parecido al que cuando se corta la hierba de los jardines.
Finalmente llego a una explanada donde había un pequeño charco, producido por la acumulación de agua que había producido la lluvia de esos últimos días.
Le parecía algo sucio, pero necesitaba beber. Junto sus manos para producir un cuenco, con el que recogería el agua. Cuando tuvo el agua en sus manos, poco a poco iba acercándolo a sus gruesos labios. Pero sus ojos se adelantaron y observaron que ahí entre sus manos se escondía un pez, de un color grisáceo.
Se sintió afortunada en un pequeño momento, ella dependía del agua, pero no de la misma manera que ese pez. Lo dejo en el charco, y se fue alejando. Rápidamente el viento empezó a soplar en sus orejas, oía voces, creía que estaba delirando. Procedía del charco, volvió a él y se agacho, ensuciando sus tejanos viajeros de barro. Las voces que creyó ella oír eran producidos por los juncos. Pero seguía siendo extraño para ella, seguía encontrando su mensaje, para ella era una repetición de unas mismas palabras: depender de algo, no significa dejar de compartir-lo.

Desconcertada miro el cielo, se estaba nublando, volvería a llover. Y empezó a llover, caían gotas de agua. La joven volvió a mirar al cielo, abriendo la boca de la forma más grande, para que su sed desapareciera. Cuando volvió a bajar la cabeza, contemplo el charco, que parecía que no se llenara de agua, que siguiera siendo el pequeño charco donde había aparecido un pequeño pez. Pero en su interior no había solo un pez, seis más habían aparecido como un arte de magia, y aunque el charco seguía siendo un espacio pequeño, parecía haber sitio para todos, aunque necesitaran la esencia de esa sustancia podían compartir entre ellos su ámbito. Que diferente era todo aquello al anuncio de la tele, en el que las personas necesitaban su único entre ellos. Sus colas acariciaban las escamas de otros. Y los distintos colores entre ellos producían una luz de un color especial.

Aunque aquello le parecía de las cosas más bellas que había visto, tubo que marchar corriendo, iba a caer una tormenta y de las buenas. Desde pequeño en el colegio le habían explicado que los rayos tenían una cierta adicción con los árboles, por el contacto que tenían con la tierra, pero a lo lejos, mientras seguía recto por aquel pasaje encontró un árbol seco, si ninguna hoja, su tronco ya no relucía, había perdido la vitalidad. Tenía como una especie de puerta, como si aquello fuera la casa de algún enano del bosque. Entro a cubrirse. Aquello estaba muy oscuro, pero desde el principio vio que no estaba sola. Cayo un rayo, se vio la luz, y pudo observar en una milésima de segundo, muchísimos ojos observándola, búhos, conejos, pájaros, un erizo, y otros seres. Todos se encontraban allí por una parecida causa, y en esos momentos habían dejado su condición de depredadores o presas para protegerse. Aquél era el árbol con más vida que había visto nunca.

Espero que todo aquello se calmara, entre sus piernas notaba como iban saliendo los conejos, alguna culebra, para volver a su reino animal.
El Sol ya había salido y ella se dio cuenta que no sabía como pero en algún momento tenía que volver a casa. Todo fue más corto de lo que le pareció, aquel camino hacia circulo y le dejo delante de las vías del tren.

Mientras volvía a paso lento creyó que los juncos hablaron para enseñarle que lo que ella necesitaba para ser feliz, tenía que compartirlo porque podría hacer que los demás se sintiera a gusto con lo mismo que ella anhelaba. Como la música. Ella podía crear grandes composiciones, sin la necesidad de repartir los recuerdos. Solo es necesario compartirlo.

Cerca de casa encontró a un chico, con la cara larga. Ella solo le pudo decir estas palabras:

- Te gusta el chocolate deshecho?
- Muchísimo….
- Yo lo odio
- …
- Pero por muy diferente que sean nuestros gustos quiero invitarte a una taza de chocolate deshecho, mientras yo me como una tableta entera que tengo en la nevera.
Ayudo al chico a levantarse, y se marcharon juntos.
Ahora ya sabia por que no había nada escrito de aquel sitio, para cada uno es un mundo totalmente diferente.

2 comentaris:

Lili ha dit...

Es del laberinto del Fauno això? La peli és (L)


Footing? Jo nedo, haha, i la veritat es que es l'única cosa, a part d'escoltar música al llit estirada que realment em relaxa, a més em deixa molt tranquila.

Per cert, dues cosetes;
1. tens fotolog?
2. Ahir vaig veure els A-cero!! haha

Anònim ha dit...

ets una mala fan dels A-cero, ni tan sols vens als concerts, jo no me n'he perdut ni un desde que els coneixo i ells em van dir que tu ja te n'has perdut 2, juasjuasjuas

k malament!
Te'l vas perdre, va triumfar però el k més va molar va ser la kagada del pua, oblidant-se k habia de komensar, va molar un uebo
dw