Tirarme desde un trampolín, volver a pasar por encima de la gran Torre Eiffel, sentarme en su tejado y ayudarla para que me explique quien ese tal perito, ir a romperle las piernas a todo aquel que no sabe que es corta el hilo de los sentimientos, dar gracias al que no tiene pelos en la lengua, gritar: SUERTE para el que mañana se va a hacer la selecitvidad y con ella un 40% de su futuro, estar en medio de la plaza jugando al mortal juego de diferentes sexos, que me tapen los ojos aunque sepan que lo adivinare, que corras, que vengas, y que sin pensarlo me abraces....aunque no se aún quien eres, aunque no sepa quien soy.
Todo esto y mucho más es lo que ocurre cuando un lunes se convierte en domingo
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